redescubrí la mía,
la volviste a dar vida
cuando estaba dormida,
por la vulgaridad vencida.
Me dejaste entrar en tu mundo,
cálido abrazo en mi invierno,
que cubrió de flores
mi jardín muerto,
lo lleno de olores
por todos sus huecos,
como cuando un perro callejero
encuentra un buen dueño.
Tu alma hecha persona
me halló perdido
y desinteresadamente
me ofreció el alivio,
para saber soñar de nuevo
como cuando era niño,
impulsado por tu fuerza
que salía del cariño,
del dejar ser como era
antes de entrar al vacío.
No fue amor sexual lo nuestro,
aún compartiendo cobijo,
fue tan solo comprender
nuestro presente
y nuestro destino,
agradecido quedo
por todos tus sentidos,
con los que vives
y por los que he revivido.