Mientras espero
que el tren del olvido
haga parada en mi cuerpo,
deambulo por los recuerdos
que suceden rápido,
pasando veloces,
mezclados y revueltos.
Plácidamente me encuentro,
recordando a mi madre y mi padre,
rememorando a mis abuelos,
las primas, mis hermanos,
trayendo a mí a los que he querido
y a las que quiero,
sonriendo en cada encuentro
que tengo con ellas y ellos.
Feliz me encuentro
y una paz indescriptible
saboreo por dentro,
algo que no tiene palabras
ni siquiera para un verso,
tan solo disfruto
feliz y completo,
porque no me falta nada
ni me sobra nada de lo hecho.
Dicen que la vida mata los sueños,
pero echamos la culpa a la vida
y no a nosotros,
que somos sus dueños.
En mis últimos momentos,
no veo luces ni sombras,
ni esos túneles estrechos,
no veo nada por fuera
y sí soy todo por dentro,
porque en el silencio,
en el estar sólo
y en el estar quieto,
la felicidad me invade
esperando mi momento,
aguardando que el tren del olvido
haga parada en mi cuerpo,
sonrío porque estoy feliz,
porque estoy contento,
por no haber miedo a la muerte
y sí curiosidad por saber a dónde voy
sabiendo de dónde vengo.