sin coser sus sueños rotos,
que hilvanaron nuestras vidas,
las de sus hijos y las de otros.
Manos que pintaron años
y empapelaron destinos,
que hicieron arroz con leche
y garbanzos con tocino;
pusieron varios enchufes,
limpiaron culos de niños,
taparon oídos sordos
y boca para no emitir quejido.
Manos que si ahora estuvieran,
sujetarían caminos,
envolverían para regalo
algo de amor y cariño
y echarían hacia un lado
los lodos del desatino.
Manos que unirían manos,
manos de sus siete niños,
acariciando cabezas,
agarrándose con mimo
a recuerdos y esperanzas,
abriendo puertas y sinos.
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