cuando estaba ciego
y al no decir no,
se metió en mi sitio
que estaba repleto,
dejándolo vacío
de asuntos del cielo,
llenándolo de agujeros
con muertos y miedos.
Bebió de mi vino
y comió de mi carne,
aprovecho mi aprecio
para luego equivocarme,
curó su ceguera
en el pasar del tiempo,
con los mimos consolados,
aquellos que no le dieron.
En asuntos del suelo
le dejé que hiciera
confiando en su criterio,
pensando que el mío
no era tan certero
en este mundo mundano
del que poco entiendo.
Por dejar mi asiento
me fui a sentar
y caí al suelo
pues mi banco de nubes
desapareció en su viento.
Cómo un nueve perdido
me quedé sintiendo
que debo hacer algo
para proteger mis deseos,
porque debo de hacer caso
a la asertividad que pierdo
cuando no doy portazos
y cambio mi calma
por algunos necios.