Quisiera darte las gracias
pero no puedo,
el llanto cubre mi rostro
y el corazón tengo lejos,
recordando lo pasado,
lo viejo que trae el recuerdo,
ahora que sufro su paso,
porque no fuiste certero.
Nos dejaste abandonados,
en manos del desconcierto,
y no fue a mí sola,
ya que vivía con ellos,
con nuestros dos hijos bellos,
que tu falta de generosidad
en sus vidas también sufrieron,
no sólo yo como madre,
también ellos,
que el infortunio y tu no cumplir
en su hogar como niños lo vivieron.
Tuve que poner nuestra casa
a nombre de un lobo enfermo,
que devoró poco a poco lo nuestro,
lo malgastó en silencio
llevando por encima
la piel de cordero,
porque lo contigo vivido,
a él le hacía bueno.
Sin piedad me dejasteis
tu hermano y tú en el cieno,
y además sin inmutarte
me dijiste altivo y ciego,
arréglatelas muy sola,
que aunque es mi hermano,
no intervengo,
que te de el dinero alguien,
pues yo no quiero,
si está en peligro la casa,
a mí me importa un bledo,
que aunque también sea avalista,
van a por ti de lleno,
así que vete a otra parte,
porque de nuevo,
a mi me importa un bledo.
Y ahora,
agradecerlo no puedo,
porque tras estos casi treinta años,
aquí me encuentro,
abandonando mi casa
en consecuencia de aquello,
así que las gracias no me salen
por lo que hiciste sabiendo,
no puedo agradecértelo
y es que además, no quiero.