Ya no le espera
ni al abuelo tierno
o a un padre en vela,
ni al abuelo tierno
o a un padre en vela,
ni a la madre cosiendo
entre hilos y entretelas
ni el volver del hijo pródigo
ni el volver del hijo pródigo
tras marcharse de su vera,
con el paso del tiempo
ya no lo espera.
levantarse una mañana
y que todo vuelva,
quedarse desayunando
en un amanecer de primavera,
viendo a sus nietos danzando,
entrando, saliendo,
subiendo escaleras,
bajando peldaños
o diciendo por el medio
inocentes triquiñuelas.
No, ella no lo espera.
No espera
ganar el tiempo perdido
perder el tiempo de olvido,
vivir amores de niños
matar amores podridos,
lograr el cielo divino
o morir por en el camino.
Ella no espera
y por no esperar,
ni por ello siente pena
ya que la vida da
por esquinas que no esperas
poniendo alegría a raudales
y ternura cierta.
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