con su templanza,
abrazando fuerte
mis miedos,
las inquietudes,
las dudas del alma.
Templanza que viene
abrazando serena
mis imperfecciones,
las tuyas,
las de otras
las que surgen sin tregua
brotando a borbotones.
La Templanza susurra al oído
que me serene,
que no ocurre nada que no conviene,
que deje el susto de haber caído
y levante cuerpo y alma
siguiendo el camino,
si algo se va,
algo viene,
que el monte quemado
de nuevo florece
y que trágico no hay nada,
ni siquiera la muerte.
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