queremos acabar sanas
y acabamos en abismos,
de esos que te engullen tanto
que escaparse es fortuito,
él ni quiere ver que te traga
y cuando tú lo ves,
con palabras te lo apaga.
Es el arte del dominio,
crees que no pasa nada
por un primer desatino,
en el cual bajas barrera
de los limites sagrados
que juraste por bandera,
y a la larga te arrebata
el poder y raciocinio
de mujer hecha y derecha.
Y en ese entender que mata,
en comprender lo mezquino
te atan las alas, la magia
y sin entender por qué,
acabas fuera de tu sitio.
Pasan generaciones,
pasan años y hasta siglos
teniendo impreso en la piel
justificar su dominio
el mismo que ató a mi madre
el mismo que ata a muchas
feministas de las de libro.
La feminista blandengue
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