comiéndose santos
anda por el mundo,
no enfrentando situaciones
deambula vagabundo,
porque mejor es esconderse
que hablar claro en lo profundo.
Impoluto y divino
quiere verse el uno,
impecable en su hacer,
inmaculado y pulcro,
sujeto a la verdad
de lo legal puro,
se olvidó que por medio
estaba el amor legado
para sacar del apuro.
Ahí sigue el uno,
metido en su cáscara
del intachable absurdo,
que prioriza la igualdad
del ancestral oscuro,
ese que repartía bienes
sin pudor por ser injusto.
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