te dejaste acariciar
por la mano que ahoga,
aquella que acarició
en los comienzos tramposa,
la que recordabas
ante las heridas de muerte,
justificando así actos
deshonestos e indecentes.
Recordabas sus besos,
que se convirtieron en puñales,
caricias guardadas,
sentimientos llorados,
grabados en el corazón,
indultando.
Te prometió el mundo,
palabras que empaparon,
como la llovizna,
que calaron por dentro,
que envolvieron con su velo,
que atraparon tus sueños.
Vulnerada y vulnerable
dudaste de ti misma,
viendo en él el consuelo
de tu mala vida,
él era el que te quitaba
y también el que ponía,
alimentando así su ego
pisó tu autoestima
y creyendo que eras menos,
anuló hasta el aire que respiras,
convirtió todo en lodo y cieno
pasando del cielo azul
a un negro infierno.
Dulce herida sangrante- junio 2009
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