destrozando las palabras,
arruinando tierras, cielos,
estrellas y esperanzas,
arrebatando a la fuerza
por donde pasan.
Esclavos de sus bajezas
viven los destructores,
esclavos de sus miserias,
de su nadiedad,
de su ansia, su codicia,
de su crueldad esparcida.
Prisioneros de su ego,
de la falta de amor,
de su retorcido miedo
que ataca sin ningún pudor,
cautivos de sus miserias,
de su mierda y de su horror,
acabarán en una fosa
igual que tú y que yo,
sin nada en los bolsillos
y dejando un recuerdo de terror.
Sesgando- noviembre 2008
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