mis labios se resecan
sin tu amor,
dulce herida
que brota sutilmente,
en mí,
hombre ausente.
Ayer,
fueron mis ojos,
los que lloraron sangre,
al no poder verte,
preludio de mi muerte.
Mañana,
esparciré mi ser
donde habitas,
en tu cielo.
Desde mi infierno,
me muero,
muere mi anhelo
sin perdón y sin consuelo.
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